La visión superadora del proyecto misionerista que viene marcando una profunda diferencia con los demás espacios políticos de cara a las elecciones legislativas del próximo domingo.
(*) Por Nicolás Marchiori
A lo largo de los años, muchos han sido los especialistas, principalmente del campo de las ciencias sociales, que han ensayado una definición de “grieta” en términos políticos y sociológicos. Cuanto hablamos de “grieta”, nos referimos a un fenómeno social, cultural, íntimamente relacionado con la política que se caracteriza por provocar una división binaria y maniquea en la estructura de nuestra sociedad en la cual se destacan tres elementos: la irracionalidad, la intolerancia y el fanatismo. El antecedente más lejano en la historia de nuestro país se encuentra en la división entre unitarios y federales que se produjo en los inicios como Nación independiente y que incluso desencadenó guerras civiles por más de 50 años.
El doctor en Comunicación Luciano H. Elizalde, Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, explica que “es posible plantear la explicación de la ‘grieta’ con dos mecanismos diferentes, que actúan desde dos posiciones distintas de la realidad social. Por un lado, un modelo de vida, mítico o ideal, casi inalcanzable, pero que es verosímil. Este mecanismo es de tipo cultural o cognitivo cultural y se forma lenta y paulatinamente; se reformula y reproduce sobre la base de experiencias históricas, previas, cercanas y lejanas. Por otro, la ‘grieta’ es el resultado de la acción constante de gobiernos, referentes ideológicos, grupos de seguidores, fanáticos y militantes, que quieren o necesitan producir una ruptura, una escisión en la ciudadanía que debe elegir algo”.
La consecuencia de la grieta es que no permite la comprensión entre las personas, ni escuchar al otro, ni mejorar la empatía que necesita el diálogo. Elizalde sostiene que la clase dirigente es el grupo responsable de trabajar para cerrar o para aumentar las diferencias, tanto epidérmicas como profundas, que experimenta una sociedad. Quienes componen esta clase deberían tener una mirada por encima de lo cotidiano y de lo necesariamente inmediato”.
“La Patria nos necesita a todos y debemos ser consecuentes con el desafío histórico que nos compromete. Los misioneros y el país ya elegimos, ahora debemos volver a trabajar intensamente y en paz”, pronunciaba el conductor del Frente Renovador de la Concordia, Ing. Carlos Rovira luego de las elecciones generales de octubre de 2019, y llamaba a superar la grieta que tanto daño hace al país a través de una concordancia social entre los ciudadanos.
Producto de una reingeniería política, en el año 2019 se dio paso a la Renovación 5.0 Neo, un proceso político disruptivo, rápido y profundo. Al respecto, Rovira ha manifestado que “estos cambios se realizan para buscar más efectividad, más eficiencia, para interpretar una etapa de cambios que necesariamente vienen de la mano de cambios de paradigmas, y por ahí hay cuestiones que no se entienden al comienzo. El cambio tiene que ver con la perspectiva: reemplazar un proceso que ha quedado antiguo, o ha quedado desplazado, por factores como el factor tecnológico”, destacando que la Renovación no se subordina a decisiones de partidos políticos nacionales, pero sí atada al interés y a la elección del pueblo misionero, único dueño del verdadero poder.